Las pantorrilas ardían, la camiseta pesaba el doble de kilos y parecía estar pegada a la piel. Para cargar los pulmones de aire había que saber tomar bocanadas. El Metropolitano, de Barranquilla, a las 3:30 de la tarde era una olla presión, que aumentaba la temperatura de colombianos y uruguayos en el terreno de juego.
Y a medida que aumentaba la temperatura y se alcanzaba el punto de ebullición uno de los ingredientes especiales en esa olla tomaba su mejor forma, su mejor sabor. El '10' de la Selección Colombia era el distinto de los componentes de Néstor Lorenzo para que el país no tuviera un trago amargo.
No tiene quién le escriba
James Rodríguez, sí James. Ay, James. Como si fuera el héroe libertador de Colombia, al magestuoso zurdo se le puso la responsabilidad casi de llevar a Colombia a un bicampeonato mundial de la Fifa. Pero su realidad pasó del Edén a las tinieblas.
Al mágico zurdo pareciera pasarle lo que al soldado de una de las obras maestras de Gabriel García Márquez, 'El coronel no tiene quién le escriba'. Claro, no las afugias económicas del militar y su esposa asmática - James ha hecho una mifortuna con el fútbol y ahora es también empresario -, sino queal volante de Sao Paulo lo olvidó Colombia por sus decisiones y al oficial, el pago de su pensión por haber servido en la Guerra Civil.
Ambos pasaron por esos difíciles momentos en los que sirvieron a su país, uno en una ficción no tan ficción, porque de esos casos se han visto en Colombia, y el otro en una realidad que se volvió una novela por perder protagonismo en el fútbol europeo y terminar en Suramérica.
Ahora tiene quién le escriba
Hora de volver al partido. Aunque parezca incréible, James y el coronel tienen similitudes. Dieron la vida por ajenos, uno con fusil y otro con un balón; la forma de llevar un mensaje de esperanza es parecido.
- La ilusión no se come -dijo ella. -No se come, pero alimenta - replicó el coronel -. Y así encaró el juego contra Uruguay James. Con ilusión y hambre, más añejo y sin tanto fondo, pero con clase y jerarquía. Su zurda fue un imán desde el pitazo inicial.
Portando el brazalete de capitán y las cuatro soles de coronel fue guiando a su tropa a predios uruguayos, encontrando espacios y sociedades, rematando al arco y llevándose la ovación del público.
"El que espera lo mucho espera lo poco (...) Es pecado negociar con las cosas sagradas...", algunas de las frases celebres de esta fantástica novela. James sabía que perseverar daría sus frutos y que él, junto con Falcao, simbolizan en carne propia a la Selección Colombia. Por eso esperó su momento, leyo a Santiago Arias, esperó al borde del área y sacó un zurdazo para volver a festejar con el equipo nacional.
"... Un momento después apagó la lámpara y se hundió a pensar en una oscuridad cuarteada por los relámpagos. Se acordó de Macondo...", narra el texto y para James fue igual.
Pese al mal resultado 2-2 en casa contra Uruguay, James volvió a ser James, el crac, el ídolo, el líder, el mago.
James, el coronel volvio a tener quien le escriba.